El silencio infinito

Te Libro de Todo Mal


Hay un silencio infinito que empieza en mi ventana y llega hasta la India.

Creí que era el frío gélido del invierno recién llegado, que se cuela por las rajas de las puertas y tira las fotografías al suelo. Pero no es el invierno lo que se me mete en la espina dorsal, es la certeza del amor que se va esfumando tan poquito a poco que no nos damos cuenta.

Es hoy, sentada en la ventana, con dos jerseys, una bufanda y un gorro - y aún encogida de frío -, cuando el tiempo se detiene de repente, y ahora las nubes están quietas, y no pasan coches por la calle ni se oyen sirenas ni el viento entre las hojas. Es hoy en la quietud, cuando me doy cuenta de lo cruel que es el calendario, lo violento el tiempo, la impasibilidad con la que los meses nos han dejado sin amor ni fe.

Todos los abrigos son muy finos y el sol no dura lo suficiente. La casa parece mucho más grande. El silencio retumba al mismo ritmo que las calles. Es el silencio de las máquinas, el silencio que no otorga y con el que compramos la duda. Es el silencio infinito en el que las palabras dejan de oírse según van brotando.

El calendario no nos dio tregua. Falta un mes para llegar al año desde que decidí que la solución estaba en poner tierra - y océano - de por medio. Me dijeron que un año era más que suficiente para aprender a caminar. Faltan treinta días para conseguir que el silencio se calle, llenarlo de voces. Llenar el silencio de ideas.

Queda poco y el calendario no da tregua. Que la música ayude. Que la sopa de pollo ayude.

Gen.